10 de enero de 2012

Obliga ... ¿qué?

Un buen amigo me preguntó estas Navidades, entre vino y vino, que qué pasaba con mi blog, que lo consultaba de vez en cuando y que hacía tiempo que no leía nada nuevo. “¿Qué pasa Ali, lo has dejado?”. Bueno, además de que esta es la prueba evidente de que no es así, le comenté que este blog no entiende de obligaciones. Así fue concebido y así permanecerá, sin horarios ni calendarios. Si por algo se rige este espacio es por aquello de “si surge… surge, y si no, pues ná”.

En todo caso quiero agradecerle a este amigo que me sacara el tema aquel día de vacaciones de Navidad, entre vino y vino, porque me ha llevado a escribir estas líneas con un objetivo clarísimo: recordarme y recordaros a tod@s que las mujeres somos capaces de pasar olímpicamente de las obligaciones, sin mirar atrás, y sin cargos de conciencia. Difícil, ya, pero no imposible.

Digo esto porque a menudo, las mujeres condicionamos nuestro día a día con exigencias y obligaciones absurdas, que nos fijamos nosotras mismas, y que en caso de no cumplir o alcanzar, nos hacen sentirnos frustradas, fracasadas e inútiles. Y digo yo: ¿de dónde hemos sacado esta forma de ser? Es decir... ¿las mujeres ya nacemos con esto, viene tatuado en nuestra secuencia genética, o lo heredamos de esta sociedad?.

Esta época de Navidad me viene al pelo para explicar el asunto en cuestión. Pensamos, porque estamos convencidas de ello, que las mujeres hemos de ser capaces de comprar los regalos más originales y adecuados para cada miembro de la familia, preparar las mejores mesas, las más elegantes y mejor decoradas, ser excelentes cocineras, recordar que el primo que viene de Murcia a cenar en Nochebuena es alérgico al marisco y elaborar todo un menú especial para él (¡cómo si nos importara algo!), ir a la moda, atender hasta el último detalle y a la vecina del quinto si le diera por bajar a pedir sal, y todo ello, por supuesto, sin perder la sonrisa. ¡Venga ya!

Yo desde luego no estoy dispuesta, me declaro en huelga general e indefinida de auto imposiciones absurdas. He aprendido que sin todas esas supuestas “obligaciones” se es mucho más feliz (gracias marido), que si la mesa se queda sin recoger media hora, el fregadero no sale corriendo y desaparece, sigue ahí, y los platos se recogen de otra manera, con más tranquilidad. He aprendido que las alarmas y el móvil se pueden guardar en un cajón durante las vacaciones, y que los domingos de invierno son infinitamente mejores si los pasas enteritos en pijama.

Vaya por delante que esto no es un alegato a la irresponsabilidad. De hecho, una cosa no está reñida con la otra, ni mucho menos. Sencillamente me apetecía recordarme y recordaros, que la vida es mucho más fácil de lo que a veces creemos, que el mundo seguirá girando aunque nos retrasemos diez minutos en llegar a cualquier sitio, y que de vez en cuando es muy saludable preguntarse: obliga ¿qué?.
Y después de este rollo, ved el vídeo, que lo explica mejor que yo.