12 de septiembre de 2011

¡Ay Richard!

Tengo un marido fantástico. El mejor. Claro que, qué voy a decir yo, ¡por algo me casé con él! Es de los pocos hombres, creo yo, capaz de reconocer abiertamente que algunas de nosotras conducimos y aparcamos el coche mejor que cualquiera. Y reconocer esto es mucho reconocer, teniendo en cuenta la losa que nos ha caído encima a las mujeres con este temita. “Mujer al volante, peligro constante”, ¿qué mente privilegiada se inventaría este refrán tan cutre?
Vaaaaaale, que sí, que hay muchas que son un peligro, que les tocó el carné en la tómbola de las fiestas de su pueblo o se examinaron en aquella autoescuela de Cuenca donde se “compraban” los aprobados, pero qué queréis que os diga, que no todas las mujeres cumplimos con los topicazos femeninos.
Éste de la conducción es uno de los tópicos con mayúscula, tan común como injusto, y no nos queda otra que cargar con él. ¿Y sabéis lo peor? que la culpa es nuestra, de las mujeres.
La realidad, y esto es un secreto a voces, es que solemos cederle los mandos a ellos, no porque no sepamos conducir, ni mucho menos, sino porque en el fondo, muy muy en el fondo, sabemos que los pobrecillos se sienten abochornados si somos nosotras las que nos ponemos al volante y a ellos les dejamos el asiento del copiloto. ¡Zas!, es como darles una patada en toda su virilidad. Si si, parece ridículo, pero es así.
La de la virilidad es una razón de peso, sin duda. La otra, seamos sinceras, es que nos encanta que nos lleven. Pensadlo bien. Todas soñamos con esa cita perfecta en la que nos vienen a buscar a casa, les hacemos esperar unos minutos para hacernos las interesantes, bajamos perfectas a la calle, y confiamos en que nos lleven a pasar la mejor noche de nuestras vidas. Y esto, aunque también suene a topicazo, es una verdad como un templo.
Quizá leímos demasiadas veces La Cenicienta cuando éramos pequeñas, o quizá sencillamente anhelamos la caballerosidad y la galantería, aunque no lo admitamos jamás.
Vaaaaamos confesad, la que haya dejado de emocionarse con la escena de Richard en limusina buscando a Julia en Pretty Woman, que lance la primera piedra.

Pero tranquilas, seguro que ellos también han soñado alguna vez con convertirse en galanes de cine, ¡ayyyy chicos, cuánto os queda por aprender del Richard!




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